Los avances médicos, la práctica deportiva o la alimentación sana están contribuyendo a aumentar la esperanza de vida, situada en España en 83,2 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Somos uno de los países más longevos. Ganamos 2 años y medio de vida cada década. Esto supone que para 2050 llegaremos a los 90 años. ¿Qué significan estos datos? Que tenemos cerca de tres décadas de vida tras la jubilación.
En el podcast “Hablando de…” abordamos retos y oportunidades de esta nueva longevidad con la experta Bárbara Rey Actis, fundadora de la consultora Longevity Iniciatives y autora del libro “Una longevidad con sentido”.
¿Qué significa este nuevo paradigma al que nos enfrentamos?
La nueva longevidad es una macrotendencia que transforma radicalmente la manera en la que pensamos y en la que vivimos. A priori, podríamos llegar a pensar que vivir más tiempo está limitado a determinadas personas, presumiblemente en los países más avanzados, pero no, la nueva longevidad es un fenómeno actual, social y transversal. Actual, porque es algo que estamos experimentando y vivenciando ahora. Cada día que pasa ganamos mayor esperanza de vida y es algo que nunca antes se dio en la historia de la humanidad. Somos pioneros en la longevidad; social porque excede al plano personal, cada uno de nosotros vivimos más tiempo, pero el que todas las personas vivamos más tiempo tiene un impacto en la manera en la que van a ir evolucionando y actualizando las sociedades; y es transversal porque ya no está limitada a determinados países, regiones o personas, sino que la esperanza de vida está aumentando a pasos agigantados en absolutamente todos los países del mundo.
¿Cuáles son las oportunidades que se nos abren?
Las oportunidades son muchísimas. Por un lado, estamos hablando de 30 años de gracia y tenemos que empezar a ver ese tiempo extra de vida como un verdadero regalo, pero nos ha venido sin estar del todo preparados. Una de las cosas que tenemos que hacer es ver este tiempo de vida extra como un verdadero regalo, como algo único que nos permite hacer muchísimas cosas que antes no podíamos hacer. Un matiz muy importante es que esta mayor esperanza de vida no viene solamente en cantidad de años, sino también en calidad de años. Una segunda cosa buena es que ya no tenemos esa presión social de tener que triunfar sí o sí en edades tempranas. Es lo que se llama ‘late bloomer’ o personas que florecen tarde, y esto es uno de los mayores regalos que nos trae la longevidad, que es que podemos cumplir con nuestro propósito de vida.
Por otra parte, se rompe con lo que hasta ahora se conocía como la vida de tres etapas que de joven estudiabas, de adulto trabajabas y de mayor te jubilabas. Con la nueva longevidad que vamos a vivir más tiempo y con mayor salud, nos permite poder trazar una hoja de vida totalmente a la carta y que esté alineada con lo que nosotros realmente queremos hacer.
Sin embargo, también supone una mayor probabilidad de sufrir dependencia de grado III. De hecho, hay un informe en Instituto Santalucía que pone de manifiesto que para 2030 casi el 5% de los mayores de 65 años sufrirá sufrirán grave dependencia. ¿Merece la pena vivir?
Dicen que uno de los mayores factores de riesgo de las enfermedades es justamente la edad. Tener vidas mucho más largas incrementa esta posibilidad en algún momento, por eso, los que nos dedicamos a esto trabajamos mucho en la parte previa a la vejez, la toma de conciencia, el autocuidado y la prevención. Realmente sí que merece la pena vivir tanto tiempo, es una oportunidad de poder cumplir con todos nuestros sueños, con todas aquellas cosas que siempre quisimos hacer. Yo destaco mucho esta invitación al autoconocimiento, a la exploración personal, a alejarnos de las ataduras y de los condicionamientos sociales para encontrar aquello que de verdad nos gusta, para encontrar aquello que nos hace vibrar.
En segundo lugar, merece la pena vivir más tiempo para cumplir con nuestro propósito de vida, que es pasar por esta vida haciendo ruido, haciendo aquello que nos gusta. Y, por supuesto que vale la pena vivir mucho más tiempo para dejar un legado.
Sin embargo, cuando uno piensa en una vida casi centenaria, da miedo no solo por cuestiones de salud, sino de posibles dificultades económicas para sobrellevarla. ¿Por eso nos resistimos a asimilar que viviremos tantos años?
Hay un término que se llama velocidad de escape. Esa ganancia en esperanza de vida se está dando de manera más acelerada que la capacidad que nosotros tenemos como seres humanos de poder asimilarlo. También hay algo que baña todo esto que se llama la narrativa de la vejez. Estamos condicionados por tes mitos. En primer lugar, creemos que la vejez está asociada a una pérdida de energía vital. Esto viene desde el año 1800, pero no es así, se puede mantener la energía y mantener el nivel de actividad adaptada y todo depende de lo que nos cuidamos, de nuestra salud, de la actividad física que realicemos y del uso del cerebro.
La segunda cosa que nos condiciona a través de la narrativa de la vejez viene de la teoría de la productividad, que esto ya es más de principio de 1900 y que se relaciona con que las personas mayores ya no son productivas, ya no tienen nada que aportar a la sociedad. Esto es totalmente falso. Y la tercera cuestión que nos condiciona la visión que tenemos de la vejez está relacionada con los famosos años dorados que surge en la década del 60 en Estados Unidos, donde se empieza a apartar a las personas mayores del día a día, se les ubican en megacomplejos, condominios, para que estén bien y se diviertan. Aunque sea algo positivo y bien pensado, el aislar a la persona mayor de la sociedad y del día a día tampoco es bueno.
Entonces estamos muy condicionados por relacionar vejez con baja energía, con baja productividad y con solamente pasárselo bien y no tener mayor nivel de preocupación. Estas tres cosas hacen que nuestra visión de la vejez esté distorsionada y no sea como realmente implica ser mayor.
¿Qué retos nos plantea la convivencia de todas estas generaciones?
Esto también es un fenómeno único en la historia de la humanidad. Hay personas que pertenecen a seis generaciones viviendo y conviviendo en el mismo plano temporal. Tenemos personas que pertenecen a la generación silenciosa, que son los de la preguerra, a los ‘baby boomers’, de la posguerra, generación X, millennials, generación Z y los recién llegados alfa. El reto es que todas las personas de todas las generaciones, analógicas y digitales aprendamos a convivir, a encontrar puntos de unión. La diversidad etaria es el mayor reto al que nos estamos enfrentando.
Para terminar, ¿a qué te refieres cuando afirmas que hay más de una edad?
Estamos muy acostumbrados a marcarnos y regirnos por la edad cronológica, que es nuestra fecha de nacimiento, la que aparece en nuestro documento de identidad, pero al vivir mucho tiempo entra en juego lo que se llama edad física y edad biológica. Podemos tener dos personas de 60 años, pero biológicamente uno puede parecer mucho más joven que el otro; o, por el contrario, dos personas de 30 años, donde una puede parecer mucho más mayor que otra, en función de cómo vaya cuidando su salud. Hay una tercera edad que es la edad social. Es el nivel de relación y de conexión que tenemos con las otras personas. Sabemos que la soledad no deseada y el aislamiento son una gran pandemia, son una de las grandes contingencias de este siglo. Promover la interacción social nos ayuda a vernos mejor y mucho más jóvenes de lo que realmente podemos ser. Y la cuarta edad es la edad psicológica, cómo está nuestra cabeza, si tenemos planes, proyectos, propósito de vida, ganas de hacer cosas, de conectar con los demás, de trabajar.
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