La protección que otorgaba la Seguridad Social hace más de un siglo en la Europa Continental nació en un contexto de emergencia de la gran industria pesada y ante la acuciante presión de los movimientos sociales para encontrar una solución a la “cuestión social”. Es decir, la situación de absoluto desamparo de los trabajadores y sus familias frente a las devastadoras consecuencias económicas y personales de los accidentes laborales, la enfermedad y la vejez.
Así surgieron los seguros obreros de enfermedad y accidentes laborales y las pensiones de vejez y supervivencia instrumentadas mediante cuotas patronales y de los trabajadores y la creciente participación del Estado creando los marcos normativos y aportando incentivos para el desarrollo de los esquemas de protección de los trabajadores.
La tríada protectora, compuesta por las pensiones de jubilación, incapacidad y supervivencia, ha prevalecido hasta la actualidad y se ha universalizado, pero ya aparece acompañada, desde hace lustros, de la nueva gran contingencia del S. XXI: la dependencia.
Cuesta imaginar que, en el futuro, el estándar de protección logrado en más de un siglo de andadura vaya a verse disminuido. De hecho, todas las partes interesadas desean que este estándar se viese perfeccionado en las tres dimensiones críticas de la cobertura, suficiencia y sostenibilidad financiera. Sin duda será así, pero a lo mejor hay que ir preparándose para que ello suceda con la ayuda de una cierta revolución en la forma de acumular los recursos necesarios, la de repartir la responsabilidad individual y colectiva frente a las contingencias mismas y su prevención, el grado de solidaridad que debe prevalecer, etc.
Para cada una de las contingencias siguientes, se extraen aquellos rasgos comunes que permiten trazar el panorama global de la protección en cada materia, puedes acceder al contenido ampliado pulsando sobre cada una de ellas: