Juan Manuel Martínez Gómez, geriatra y presidente de CEOMA, Confederación Española de Organizaciones de Mayores, es el autor del segundo capítulo del libro editado por Instituto Santalucía, “Un país para mayores”. Este es un extracto del mismo.
En los últimos treinta años han surgido avances en la prevención de la discriminación de las personas mayores, pero todavía no se ha logrado eliminar la visión negativa que se tiene de estos.
La prevención de esta discriminación no es una cuestión únicamente de políticas sectoriales y, aunque existen muchos planes y declaraciones para prevenir la discriminación hacia ellos, es imprescindible sigamos trabajando y fomentando el buen trato, las relaciones sociales eliminando el aislamiento y en la continua defensa de sus derechos, para que sean llevados a la práctica, y no se queden en meras palabras.
Etapas de la vejez
Pues bien, ya es hora de eliminar el edadismo y que la sociedad tome conciencia de que este grupo población es parte activa de ella. Esta, en general, tiene una imagen negativa de este colectivo, cayendo en el error de que las personas mayores tienen una gran necesidad de ayuda, considerándoles vulnerables y englobando todas las etapas del envejecimiento en una sola, sin tener en cuenta que de los 60 a los 75 años se está en plenas facultades físicas y emocionales y con muchas ganas de participar y disfrutar, ya que disponen de tiempo y de recursos económicos.
No se puede tratar “a las personas mayores”, como una única etapa en la vida, ya que por lo menos hay tres diferentes: la primera, la comentada con anterioridad, la segunda de los 75 a los 90 años y la tercera la de los grandes mayores, los que superan los 90 años que son los grandes dependientes por las enfermedades y la involución propia de la edad.
Es un grave error, y nada más lejos de la realidad, tratar a las personas mayores como una carga social, sanitaria o familiar, sin iniciativa alguna y como gente pasiva, con una gran necesidad de apoyo económico.
Por contra, las personas mayores aportan apoyo afectivo y económico a la familia, así como conocimiento, tolerancia, paciencia, comprensión, aceptación a la vida y cuidados a otras personas. Esto repercute de forma muy positiva en la sociedad porque, sobre todo, son donantes de su tiempo a través de acciones solidarias y altruistas fomentando sus intereses y habilidades.
Compromiso social
Las personas mayores son los pilares de las familias, de la comunidad y de las ONG, su colaboración es constante a través de acciones de voluntariado. Ellas y ellos tienen la fuerza del compromiso para pensar en los demás, en el cuidado y respeto a las personas, colaborando en comedores sociales, en acciones de ocio y tiempo libre, en acciones comunitarias de participación ciudadana a través de charlas, en la promoción y difusión de los bienes culturales y el patrimonio histórico, siendo voluntarios en museos y exposiciones.
Además, participan en la educación y formación de otras personas mayores en las nuevas tecnologías y en jóvenes colaborando en programas de apoyo educativo y formación.
Asimismo, en voluntariado sociosanitario mejorando la calidad de vida de las personas y dando apoyo a los familiares, así como participando en programas de sensibilización, promoción de la salud y hábitos saludables. Otros contribuyen en programas de voluntariado social ayudando a personas con diversidad funcional o discapacidad, personas mayores dependiente o grandes dependientes, así como con personas en riesgo de exclusión.
Es más, colaboran con las personas mayores de edad más avanzada, en la tercera etapa de la vejez, participando en las residencias de personas mayores y en los centros de día, con funciones de acompañamiento y de apoyo emocional.
Asimismo, las personas mayores colaboran en los cuidados de los animales de compañía como gatos y perros, que se encuentran en situación de abandono en refugios, sacándolos a pasear y dándoles el cariño que tanto necesitan.
Todas estas acciones altruistas las desarrollan aportando a los demás cuidados, felicidad, alegría y optimismo, con una visión real de la situación y de las dificultades a las que se enfrentan. Como ventaja, todos ganan, ya que estas actividades no lucrativas mejoran su calidad de vida y las de los demás, evitando el aislamiento, la soledad no deseada, fortaleciendo las relaciones sociales y las intergeneracionales.
También alcanzan otro tipo de satisfacciones personales, como el continuar en activo tras la jubilación, tener nuevas responsabilidades, nuevos retos y nuevas ilusiones.
Ante todo lo expuesto, es urgente y preciso una sociedad más justa para todas las edades. Evitar el edadismo, la soledad no deseada y el mal trato es, sin duda, una obligación de todos.
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