La longevidad humana, tras haber registrado un espectacular progreso en el último siglo, mantiene un ritmo casi lineal de mejora futura. Así, en los países avanzados, la esperanza de vida casi se duplicó a lo largo de todo el S.XX, mientras que incluyendo a los restantes países, a partir de la segunda mitad del S.XX, la mejora de las condiciones de vida, unida a avances médicos y sanitarios permitió que la esperanza de vida global aumentase de 45 años, a más de 70 años al final del siglo.
No por conocidos desde hace tiempo, estos desarrollos dejan de sorprender, porque lo nuevo es que la sociedad empieza a ser consciente del cambio profundo que la continuación de esta tendencia va a tener en la organización del ciclo vital de los individuos y de las instituciones más vinculadas al bienestar material y personal de las personas mayores. Esta percepción se basa fundamentalmente en el hecho de que las ganancias de vida que entraña la creciente longevidad, en casi todos los países, se producen ya casi exclusivamente después de las edades laborales.
Longevidad en España
En España, la esperanza de vida al nacer va en aumento, a un ritmo de cuatro años por década o, lo que es lo mismo, diez horas cada día, hasta superar los 80 años (y los 21 años a partir de los 65 años). Esta circunstancia sitúa a España en la pugna por el podio de la longevidad mundial, siendo el cuarto país del mundo (empatado con Australia), por detrás de Japón, Suiza y Singapur donde la población vive más tiempo según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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