La Previsión Social Complementaria y la COVID-19, por José Antonio Herce

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José Antonio Herce, miembro del Foro de Expertos del Instituto Santalucia y socio fundador de LoRIS, propone reinventar el sistema de ahorro complementario para la jubilación tras el impacto de la crisis provocada por la pandemia.

No creo equivocarme si digo que, ahora mismo, lo previsional es secundario. Porque todo lo que no sea la contención de la pandemia y, especialmente, la delicada operación de “desconfinamiento” (prefiero un neologismo que suene natural a un barbarismo, que todos suenan mal) debe ser secundario. Ahora bien, hay secundarios y secundarios.

Puesto de otra forma, si lo primero es esencial, lo segundo es muy importante. O mejor, dicho, pasará a ser muy importante en cuanto aterricemos en la realidad que nos deparará este desconfinamiento. Les aseguro que miraremos al futuro con ojos muy cambiados, puede, incluso, que por una visión más larga, penetrante y clara.

Llevo años diciendo (y contradiciéndome, de tanto en tanto) que más (nos) valdría no “meterse” con la Seguridad Social ni con sus responsables de cada momento. Es más, personalmente, tanto como puedo haberles criticado he procurado apoyarles. Y, definitivamente, creo que es mejor dejar a la Seguridad Social a un lado cuando se habla de pensiones complementarias por un sencillo y esclarecedor motivo, y voy a ser muy claro. Si necesitamos maldecir del sistema publico de pensiones para vender nuestros productos (me tengo por parte de la “industria de las pensiones”, me apresuro a declararlo) tenemos un problema serio. Y ese problema somos… nosotros.

Previsión Social Complementaria

Ya está bien, aceptémoslo claramente. No hemos logrado asentar un sistema potente (aunque sí solvente, que no es poco) de Previsión Social Complementaria (PSC) en España en las tres décadas largas que han transcurrido desde que, en los últimos años 80 del siglo pasado, se adoptó la normativa moderna que regula este sector. No solo eso, sino que la crisis financiera de 2008 impactó severamente en un sistema de ahorro previsional complementario que apenas había llegado a acumular activos superiores al 10% del PIB. No incluyo aquí al heterogéneo (y poco conocido) abanico de seguros previsionales (en sentido muy amplio en este caso), con reservas matemáticas tan importantes o más (según se delimiten las garantías) que los activos acumulados por el sistema de planes y fondos de pensiones.

La PSC, hoy, en cifras redondas (que son las que calan), representa una parte incluso menor del PIB español de pre-pandemia (un 9,5% en 2019, ya veremos en 2020) consta de poco más de 9,5 millones de cuentas de partícipes, casi dos millones de las cuales son del sistema de empleo y corresponden a otros tantos asalariados efectivos. Es decir, uno de cada ocho asalariados (apenas el 13% de estos en 2019, ya veremos en 2020).

En lo que respecta a los trabajadores autónomos, algo más del 40% (en 2019, ya veremos en 2020) tenía uno o más planes de pensiones del sistema individual (anótese este dato). Esto último es muy importante porque si se confirmase la eliminación del diferimiento fiscal en este tipo de planes, los trabajadores autónomos sufrirían una seria e injusta desprotección. Téngase en cuenta que, a estos trabajadores, la Seguridad Social (y ellos lo habrán elegido en muchos casos) les va a ofrecer un grado de sustitución de sus ingresos netos previos a la jubilación inferior a la mitad del que ofrece a los asalariados.

El panorama, pues, en términos de la popularidad de sistema complementario, no era muy estimulante ya antes de la pandemia. No es tampoco inverosímil que se degrade algo más en el curso de aquella y a consecuencia de la hemorragia económica que se viene desplegando ante nuestros ojos a manos de las medidas, ineludibles y necesarias, por otra parte, para contener el contagio.

Por varias razones más o menos pesantes:

  • Que los trabajadores acudan en cierta medida a la opción de retirada de una parte o quizá la totalidad de sus ahorros previsionales, lo que debe desaconsejarse.
  • Que el valor de sus derechos consolidados descienda estrepitosamente y/o tarde tanto en recuperarse de un mercado ahora bajista y que muchos trabajadores sufran efectivamente pérdidas (que se podrían limitar retrasando más el rescate) con motivo de su jubilación en el ínterin.
  • Que los trabajadores, empleadores y ahorradores en general se desentiendan de esta forma de ahorro previsional en lo sucesivo.

Todos estos comportamientos representan riesgos serios para la PSC de la democracia, que no solo ha alcanzado cotas modestas, sino que presenta ya señales claras de una temprana senectud. En efecto, no es infrecuente ver que el sistema viene teniendo más salidas por pago de prestaciones que entradas por ingreso de aportaciones.

Esta crisis sanitaria y la económica que se deriva de ella están enseñando a muchos agentes económicos de toda condición y responsabilidad a tomar cursos de acción inesperados, a innovar en sus vidas y en sus entornos laborales, profesionales o corporativos. También a toda la ciudadanía en sus entornos personales y domésticos.

Creo que es el momento de “reinventar” la Previsión Social Complementaria, especialmente la de empleo de promoción empresarial (que debería ser conjunta), o para los trabajadores autónomos (que debería ser mutualista), sobre bases nuevas, más avanzadas y visionarias del tipo de sociedad que queremos ser. Es ahora, precisamente ahora.

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