El director del Instituto Santalucía, José Manuel Jiménez, reflexiona sobre la necesidad de abordar nuevos planteamientos ante la longevidad.
Con el imparable avance de la esperanza de vida, lo cual es una magnífica noticia, han cobrado carta de naturaleza en la sociedad una serie de fenómenos más o menos problemáticos que han venido abordándose con conceptos, metodologías y protocolos más propios del siglo XX que del actual. Ello requiere una revisión en profundidad apoyada en la abrumadora evidencia de que las personas mayores de edades a las que hace poco atribuíamos el carácter de “frontera” vital suponen una proporción ya muy elevada, y creciente, de la población en todos los países de demografía avanzada.
En España, donde la esperanza de vida al nacer alcanza los 83,6 años (INE, 2019), siendo esta una de las más altas del mundo, la población de 65 y más años representa el 19,65% del total, con 9,3 millones de personas, de las cuales casi 13.000 tienen 100 años o más. Y, sin embargo, cada vez somos más conscientes de que la “barrera” de los 65 años está dejando de ser representativa de un cambio de estatus vital, pasando a representar un punto, tan solo, en un lapso etario que se desplaza hacia edades más avanzadas.
En medio de un portentoso aumento de la esperanza de vida asistimos a dos fenómenos contrapuestos. Por un lado, la generalización de largas etapas de jubilación en buen estado de salud y con una razonable autonomía personal y financiera. Por otro, la exposición de una parte de la población mayor a riegos de salud, que se manifiestan crecientemente con la edad, que requieren cuidados de gran intensidad y complejidad y otros recursos de todo tipo, entre ellos recursos financieros.
La sociedad española viene dedicando recursos crecientes y una especial atención a los problemas que entrañan la carencia de autonomía personal o financiera, o la soledad, de las personas mayores. Los sistemas convencionales diseñados para el conjunto de la población, o para una población en la que las personas mayores representaban una reducida proporción del total, ya no son capaces de afrontar situaciones que se manifiestan recurrentemente cuando las personas mayores son ya el 20% de la población y cientos de miles de estas personas afrontan situaciones de dependencia severa que requieren soluciones a la medida de cada una de ellas y también de sus entornos familiares.
Nuevos planteamientos de cuidados ante la longevidad
El bienestar financiero de este grupo de población está hasta ahora atendido por un sistema de pensiones que aguanta la embestida de la longevidad a duras penas. Pero la incidencia de los problemas de salud y autonomía personal que se expresan a edades avanzadas (a las que hoy llegan ya millones de personas) empieza a exigir nuevos planteamientos de cuidados, al igual que nuevas perspectivas sociales e institucionales sobre el envejecimiento. En España hay ya 1,6 millones de personas de 85 años y más.
En materia de cuidados, a pesar de la promulgación en 2006 de una avanzada Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, adoptada con un gran consenso, la crisis financiera de 2008-2013 mostró duramente la debilidad del marco financiero que acompañaba al sistema de dependencia. La opción por el desarrollo del sistema de cuidados profesionalizados quedó postergada ante las prestaciones económicas a las familias con personas en situación de dependencia. Ayudas que se vieron entonces, y prácticamente hasta ahora, fuertemente limitadas.
Respecto al marco de cuidados, la Covid-19, por su parte, ha revelado también duramente las limitaciones del entramado institucional derivado de aquella iniciativa desbaratando por completo una concepción de los cuidados (modelo residencial y de servicios domiciliarios, a demanda, centros de día, etc.) que se venía mostrando incapaz de integrar los servicios sanitarios con los servicios sociales personalizados.
El Instituto Santalucía presenta un decálogo sobre los cuidados de larga duración en España, desde la perspectiva de la sociedad civil, la reflexión sobre las personas mayores que inspira al Componente 22 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia enviado por el ejecutivo español a la Comisión Europea a finales de abril, y puede ayudar a una formulación precisa de algunos de los aspectos desarrollados en dicho plan llegado el momento.
Descárgate el Decálogo para mejorar los cuidados de larga duración en España