Autonomía y dependencia de las personas mayores


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El capítulo 8 de nuestro libro “Un país para mayores” está dedicado a la autonomía y dependencia de las personas mayores. Su autor es Gregorio Rodríguez Cabrero, catedrático de Sociología de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Madrid.

Los Cuidados de Larga Duración (CLD) son hoy una de las políticas centrales del Estado de Bienestar en la Unión Europea. Su desarrollo es un desafío en las tres próximas décadas. Es una política central tanto por la creciente población a la que se dirigen, como por la variedad de actores implicados en su desarrollo (personas beneficiarias, cuidadoras profesionales e informales, diversidad de proveedores de servicios y asociaciones de afectados y profesionales).

Al mismo tiempo, los CLD constituyen un desafío de futuro sobre cómo organizarlos y financiarlos. Pero también, y sobre todo, por las profundas interrelaciones que tiene con la creciente longevidad y los retos que supone avanzar hacia una sociedad en la que los cuidados deben enmarcarse dentro de la lógica de un envejecimiento activo apoyado en una renovada solidaridad intergeneracional.

Para analizar la complejidad social de los cuidados destacamos, en primer lugar, la importancia de desarrollar un enfoque integral de los cuidados, de los que forman parte los CLD, en el que se sitúan los debates y políticas en los países de la UE.

En segundo lugar, de manera inevitablemente sintética, analizamos el desarrollo del sistema de CLD en España, cuando se cumplen 15 años de la aprobación de la ley, sus logros y sus déficits. Finalmente, reflexionamos sobre cómo renovar y perfeccionar los CLD en los años venideros, a medio (2030) y largo plazo (2050). Reflexión que será necesariamente limitada, pero cuyo objetivo es contribuir al debate científico y social sobre qué, cómo y dónde cuidarnos.

Los cuidados de larga duración. Cómo enfocarlos y qué aprender de las políticas europeas.

Después de más de tres décadas de desarrollo de políticas y programas de CLD en los países miembros de la UE, aunque de manera desigual, se pueden destacar algunas evidencias:

  • Que los cuidados, que estaban reducidos a la responsabilidad de la esfera familiar y al cargo “naturalizado” de las mujeres, forman parte creciente de la gestión de un riesgo social reconocido y gestionado por los poderes públicos.
  • Que dada su complejidad, el desarrollo de los CLD conlleva modos de prevención y atención por parte de diferentes actores públicos (que ya lo hacían previamente vía asistencial, en el nivel contributivo de la Seguridad social y por parte del sistema público sanitario) y privados (primero a través del sector no lucrativo y, posteriormente también, del sector mercantil y la economía social).
  • Que los cuidados informales siguen teniendo una importancia central dentro de los CLD, tanto en términos de cantidad, como por el peso significativo que tiene en términos de “ley familiar”, tanto escrita, como sobre todo moral, cuyo cumplimiento recae predominantemente sobre las mujeres.
  • Que la experiencia de la aplicación de los modelos públicos de CLD durante los últimos treinta años ha conducido a situar la autonomía de las personas en el centro de los cuidados y con ella su participación activa, en paralelo a nuevas concepciones del envejecimiento que destacan la posición activa de las personas mayores y personas con discapacidad, así como nuevas formas de concebir los cuidados a lo largo de todo el ciclo vital.

Las políticas de CLD han superado o están superando la atención asistencial o residual e implantando programas de cobertura universal basadas en el derecho subjetivo. Este avance no supone su plena consecución, sino el inicio de un largo camino de perfeccionamiento de los programas de cuidados en base a la centralidad de las personas, la calidad de la atención, la calidad del trabajo profesional, la mejora de los cuidados a los cuidadores informales, la coordinación/ integración de servicios y prestaciones y una orientación general de los cuidados hacia la atención en el hogar y bajos entornos comunitarios acogedores.

Esto implica que, además de los problemas de cobertura, es necesario resolver, sobre todo, los referentes a la asequibilidad, calidad de los cuidados y el lugar central de las personas beneficiarias.

La aplicación de los programas y políticas de CLD ha significado un avance en varios frentes sociales e institucionales, que ni son uniformes ni pueden ser interpretados del mismo modo. Por ello, con carácter previo al análisis del Servicio para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), el autor destaca los rasgos que en la actualidad definen a los CLD en su más amplio sentido: complejidad, reparto de la carga de cuidados, centralidad de las personas afectadas e inversión social.

Descárgate el capítulo 8 o el libro completo y profundiza sobre los cuidados de larga duración. Te invitamos a que también amplíes conocimientos sobre este concepto en nuestro decálogo para mejorar los cuidados de larga duración.

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