Etapas de la vida sénior (II): la década dorada, de los 65 a los 74 años


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Esta etapa de la vida marca el paso a la inactividad laboral, con un panorama económico y de salud, en general, despejado. Conoce más detalles de los rasgos de esta población en este post extraído del informe “Las etapas de la vida sénior”, elaborado en colaboración con LoRIS.

Índice

Población 

Las cohortes que se encuadran en este grupo etario están actualmente formadas por 4,8 millones de personas (el 30% de la población sénior), un 53% de ellas mujeres, nacidas entre 1948 y 1957 en una España todavía afectada por la penuria económica derivada de la guerra y la posguerra.  

En 2050, los efectivos de este grupo de edad serán dos millones más que hoy, acercándose su número a los siete millones, con una menor dispersión por género.  

Su esperanza de vida hoy es de algo más de 21 años para los más jóvenes y de 13 años para los mayores.  

Renta familiar 

La renta familiar media de este grupo etario es un 22% inferior a la del grupo precedente. Pero su riqueza bruta media supera a la de los séniores más jóvenes a pesar de un saldo menor en el componente de activos no inmobiliarios.  

Además, la deuda media de estos hogares, muchos de los cuales tienen pagadas las hipotecas de sus viviendas, es sensiblemente inferior también.  

Tasas de actividad 

No es posible, con los datos de la Encuesta de Población Activa, desglosar por grandes grupos de edad a la población de 65 y más años por la escasa fiabilidad de la muestra a partir de esta edad.  

Para el conjunto sénior a partir de esa franja, las tasas de actividad (sobre la población total de este grupo), de empleo (sobre la población total de este grupo) y de paro (sobre la población activa total de este grupo) son, respectivamente, del 3,27%, 2,97% y 5,54%. Estas cifras expresan una caída en picado de la participación activa de la población sénior de edad intermedia que, a pesar de ser bien conocida, no deja de representar un descarte masivo de talento, experiencia y recurso productivo en nuestra economía. 

Ganancia media 

Ya se ha comentado antes, por comparación con el grupo precedente, que las pocas personas que realizan actividad laboral y profesional en este grupo registran una ganancia media (por trabajador se entiende) algo inferior a la del grupo anterior, concretamente de 26.833 € contra 28.251 (un 5% menos).  

Por género, los hombres de este grupo sénior tienen una ganancia media mensual un 14% superior a la de las mujeres y también un 2% superior a la de los hombres del grupo sénior más joven. Mientras que las mujeres de este grupo tienen una ganancia media un 13% inferior que la de las mujeres sénior más jóvenes.  

Se puede concluir que el trabajo (asalariado) sénior de los hombres, a partir de los 64 años es un trabajo valorado, al menos, como el de los trabajadores en edades pre-jubilares. Pero, en lo que se refiere a las mujeres, se debe estar dando la circunstancia de que prolongan su vida activa, incluso sin pasar a la jubilación (hay muy pocos jubilados activos y menos aún jubiladas activas por cuenta ajena), para ampliar en lo posible la carrera de cotización a cambio de salarios menores. Una doble presión económica y una prolongación no deseada, probablemente, de la vida laboral. 

Estudios 

En lo que se refiere al nivel de estudios, de nuevo, la agregación de los datos estadísticos para los mayores de 65 obliga a interpretaciones forzadas. Este grupo de población exhibe ya la fuerte polarización de género propia de cohortes de más edad. El 21,32% de los hombres y el 12,48% de las mujeres tienen estudios superiores, el 36,59% y el 33,78%, respectivamente, estudios medios y el 42,08% y el 53,74%, respectivamente, estudios básicos.  

De forma que un porcentaje importante de mujeres no pudieron acceder a la educación media ni continuar hacia la superior. Ha de tenerse en cuenta que, en este grupo, el sesgo pro-hombre en la distribución por nivel de estudios es cada vez más agudo con la edad.  

Salud 

En lo referente al estado de salud percibido, para cuya discusión se dispone de datos claramente desagregados por los grandes grupos de edad que se utilizan en este informe, se aprecia que casi un 52% de las personas que integran el segmento de 65 a 74 años estima su salud general como “buena o muy buena”, apenas 5 puntos porcentuales menos que al dato para el grupo etario precedente. 

Ello no debe evitar reconocer que, de nuevo, el gradiente de género es bastante más amplio en este grupo, con 13 puntos porcentuales separando el dato del 61,60% de los hombres del 48,51% de las mujeres. De hecho, el deterioro de la respuesta para todo el grupo se debe casi exclusivamente al deterioro de las mujeres.  

Pobreza 

Por el contrario, y de nuevo ante la falta de detalle, todo el grupo sénior de 65 y más años sufre una tasa media de riesgo de pobreza más baja que la del grupo etario presente. Aunque en este caso, el peso de la ventaja se debe al fuerte descenso del riesgo de pobreza entre los hombres sénior de mayor edad frente a los más jóvenes, pues el riesgo de pobreza entre las mujeres sénior de más edad y las más jóvenes es prácticamente el mismo.  

Jubilación 

Los 65 años siguen siendo la barrera que marca el paso a la “tercera edad”, una frontera ya desdibujada por el formidable avance de la longevidad. De hecho, salvo por la clara condición de haber terminado la etapa laboral, de manera más bien radical, a diferencia de cómo sucede en países más avanzados, el grupo etario de 65-74 es más parecido a las cohortes que le preceden que a las que le siguen.  

La jubilación “todo o nada” y masiva a edades alrededor de los 65 años permite a este grupo de población intensificar sus relaciones familiares y su propia vida personal y social. En lo que se refiere a lo primero, se plantean situaciones sin duda placenteras, por el mayor tiempo que se puede dedicar al disfrute con la familia, pero también problemáticas por la dedicación, a menudo forzada por las circunstancias, al cuidado de nietos, cónyuges o padres.  

La vida social de las personas sénior de estas edades se ve fuertemente realzada por la estricta dimensión generacional de la jubilación que se practica en España. Es decir, cuando se jubila una persona de la cohorte de 65 o 66 años, casi al mismo tiempo se jubilan la mayor parte de las personas de su círculo social con lo que la oportunidad de profundizar relaciones, viajes y otras actividades sociales se multiplica iniciándose entonces un verdadero nuevo ciclo vital. 

En lo personal, la recuperación de hábitos y aficiones de otros tiempos, postergados por el inicio de las actividades laborales es algo frecuente, aunque solo sea para descubrir al poco de su reinicio que esos hábitos o aficiones ya no atraen tanto a sus practicantes.  

El voluntariado es otra práctica que adorna a muchas personas que acaban de jubilarse y al que se entregan en plenitud de condiciones físicas e intelectuales, en general.  

Más rara es la actividad profesional, en buena medida entendida en España como antitética de la jubilación. No sucede así en otros países avanzados en los que la jubilación interviene más tarde y/o es plenamente compatible con la actividad laboral y profesional.  

En España existe la figura normativa de la jubilación activa, que permite la compatibilidad de los ingresos laborales con la pensión, aunque bajo condiciones muy restrictivas, obligando al pago de una “cotización de solidaridad” del 9% sin contrapartida y aplicando una rebaja del 50% a la pensión.  

Esta figura ha tenido cierto éxito entre los trabajadores autónomos, que, además, de la autonomía que tienen para decidir seguir trabajando, pueden alcanzar el 100% de su pensión si tienen trabajadores a su cargo. Pero no puede decirse lo mismo de los asalariados, cuya continuidad laboral depende también de sus empleadores, poco propensos a facilitarla.  

¿Quieres conocer también los rasgos de las otras tres etapas de la vida sénior? Descárgate el informe completo.

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