A la hora de hacer una planificación financiera de nuestro ahorro a largo plazo hay que tener en cuenta el horizonte temporal, es decir, el tiempo que disponemos hasta alcanzar nuestro objetivo de ahorro, como podría ser la jubilación.
Uno de los primeros aspectos a tener en cuenta al comenzar a planificar la jubilación son los años que restan hasta la edad de acceso a la misma, esto es, el horizonte temporal.
Ventajas del horizonte temporal
Lógicamente, cuanto mayor sea el horizonte temporal y si se comienza a planificar la jubilación antes, y a ahorrar a edades tempranas, menor será el esfuerzo ahorrador a realizar en cada año. De esta forma se tendrá mayor margen para distribuir el ahorro durante los años hasta la edad de jubilación.
Además, a la hora de comenzar a ahorrar a edades tempranas, el valor temporal del dinero jugará a nuestro favor, debido a la “magia del interés compuesto” como puede verse claramente a través del ejemplo siguiente:
Si Carlos comienza a ahorrar 1.000 euros anuales a los 45 años y la rentabilidad media anual se mantiene en el 3% hasta los 67 años, habrá logrado acumular 30.536 euros. En cambio, si adelanta dicha decisión a los 30 años, el ahorro acumulado será de 66.174 euros, un 117% más (más del doble).
Por otro lado, si el objetivo es adelantar la jubilación, se deben tener en cuenta algunas cuestiones adicionales:
- Será necesario disponer de más ahorros a esa fecha, ya que viviremos más años como retirados. Lo que se traduce en un mayor esfuerzo ahorrador en un período de tiempo más corto.
- La Seguridad Social establece penalizaciones para aquellos que se jubilan de forma anticipada, que vienen a suponer una reducción de la pensión de jubilación, reducción que se mantendrá durante toda la vida como jubilado.
- En este sentido, desde el 16 de marzo de 2013 pueden acceder a la jubilación anticipada voluntaria aquellos trabajadores a los que les falten dos años o menos para cumplir la edad de jubilación legal vigente en cada momento, siempre y cuando se hayan cumplido los requisitos correspondientes.
Horizonte temporal e inflación
Se entiende por inflación el alza continuada del nivel general de precios, es decir, el incremento continuado de los precios de los bienes y servicios que consumimos. Por el contrario, la deflación es la caída continuada de dichos precios.
La inflación es el aumento anual del precio de los bienes y servicios que se consumen normalmente (cesta del Índice de Precios al Consumo).
Para que los ahorros no pierdan capacidad de compra hay que protegerlos de la inflación, porque un aumento de los precios se traduce en pérdida del valor de aquellos.
Por tanto, el objetivo de cualquier inversión debe ser lograr una rentabilidad nominal al menos igual a la inflación, lo que implica una rentabilidad real no negativa.
Para medir la evolución de los precios se utiliza el Índice de Precios al Consumo (en adelante IPC). El IPC mide la evolución de los precios de un conjunto de bienes y servicios representativos del consumo de una familia media, la llamada “cesta de la compra”, durante un período de tiempo determinado. En España el IPC es calculado mensualmente por el Instituto Nacional de Estadística (en adelante INE). La variación interanual del IPC es lo que se denomina inflación.
Un aumento continuo del nivel de precios se traduce en un aumento del coste de nuestra cesta de la compra. En la práctica, la existencia de inflación significa que nuestros ahorros, en ausencia de rentabilidades nominales anuales superiores al incremento de los precios, con el paso del tiempo, pierden capacidad de compra, es decir cada vez podremos comprar menos productos con la misma cantidad de dinero.
Por ejemplo, el presupuesto de María para hacer la compra semanal es de 100 euros. Si al cabo de un año la inflación registrada es del 3%, realizar la misma compra que un año antes le costará 103 euros, en vez de los 100 euros iniciales.
Si queremos que nuestros ahorros no pierdan capacidad de compra, deberemos tratar de conseguir una rentabilidad al menos igual a la inflación, de otra forma nuestros ahorros perderán valor respecto al coste de los bienes y servicios. Por tanto, el objetivo de rentabilidad de nuestras inversiones debe ser siempre superar como mínimo la tasa de inflación registrada año a año. Así, cuando se comparan dos cifras en años distintos o cuando se estima la pensión que se cobrará en el futuro es importante tener en cuenta el efecto de la inflación.
No es lo mismo cobrar una pensión de 1.000 euros hoy, que una pensión de 1.000 euros dentro de 30 años. Suponiendo una inflación anual media del 2% durante los 30 años, el valor a día de hoy de la pensión futura de 1.000 euros, es de 552 euros, prácticamente la mitad.
La rentabilidad esperada de los ahorros dependerá de los productos que se contraten y del riesgo que se asuma.
Cuanto mayor sea el riesgo asumido, mayores pueden ser las ganancias, pero también las pérdidas.
La rentabilidad también dependerá de las comisiones o los gastos de gestión de los productos financieros que se contraten.
Si quieres profundizar más sobre el ahorro a largo plazo, accede a nuestra guía temática “La planificación financiera para la jubilación”.