Es habitual la clasificación de los sistemas de pensiones de diferentes países según categorías geográficas agrupadas por afinidad cultural y normativa, o antecedentes históricos. De esta forma se han acuñado modelos: “Anglosajón”, “Nórdico” o “Europa Central”, cada uno con países representativos de cada categoría. Se percibe que, junto a las especificidades de cada modelo, surgen con fuerza elementos comunes que, dotados de dinámica propia, determinarán el futuro de las pensiones públicas en el mundo.
La categorización que ha predominado desde mediados del S. XX distingue entre los siguientes modelos:
- Modelos “bismarkianos”, de aseguramiento obligatorio, público y profesional.
- Modelos “beveridgeanos”, de prestaciones básicas sujetas a un test de ingresos (means tested).
Esta tipología es demasiado rígida, no obstante, y se ha visto superada desde los años 80 del siglo pasado por tres vías, al menos:
- Una mezcla de los dos elementos que caracterizan a ambos modelos (prestación básica y prestación profesional).
- La introducción en los sistemas públicos de cuentas individuales, de capitalización o nocionales y de contribución definida, con o sin fórmulas de opcionalidad (opting-out).
- La generalización de las pensiones públicas en las economías emergentes bajo esquemas difícilmente asimilables a las categorías pre-existentes y en un contexto de relevantes asimetrías entre diferentes grupos de trabajadores.
La consideración conjunta de todas estas dinámicas lleva a pensar que la Seguridad Social originaria, de finales del siglo XIX o principios del siglo XX, o incluso la que se estableció en occidente entre los años 40 y los 60, ha quedado completamente desdibujada. Esta es una de las conclusiones del informe Pensiones en Transición, primer estudio presentado en España que ofrece un panorama internacional de los sistemas de pensiones. Puedes acceder al informe completo pulsando aquí.