Las jóvenes generaciones afrontarán mayores riesgos de desigualdad en la vejez que los jubilados actuales; incluso algunos grupos afrontarán un mayor riesgo de pobreza. Así lo afirma un nuevo informe publicado por la OCDE, titulado “Preventing Ageing Unequally” –Evitando el envejecimiento desigual–.
Entre las personas en edad productiva de la OCDE en 1980, un 20% tenía 65 años o más; en 2015, esta cifra era de un 28%. Las proyecciones para 2050 estiman que la población de más de 65 años llegue al 53%, al 76% en el caso de España. Los futuros ancianos se encontrarán en situaciones más diversas: vivirán más, pero más habrán estado desempleadas en algún punto de su vida productiva y habrán recibido sueldos menores.
Remarcan desde la OCDE que, en España, la tasa de desempleo está reduciéndose, pero continúa siendo del doble que antes de la crisis y con diferencias importantes entre los que tienen educación superior (11%) y los que tienen un nivel de educación bajo (26%). El desempleo afecta a un 45% de los jóvenes; sin embargo, los trabajadores seniors también tienen dificultades, con una tasa de empleo del 49%
De media, los pagos anuales de pensiones para las personas mayores de 65 años son hoy cerca de 27% más bajos para las mujeres y la pobreza en la vejez es mucho más alta entre ellas que entre los hombres: la desigualdad se transmite de la vida laboral a las pensiones. En el caso de España, afirman desde la OCDE, que percibir una pensión decente será muy difícil para las mujeres con un nivel de educación bajo.
Índice
Recomendaciones de la OCDE para España
La OCDE señala que se debe actuar cuanto antes y aceptar los retos que plantean para el sistema público de pensiones el envejecimiento y el mercado laboral. Entre las medidas que proponen, dos destacan por encima de todas: de cara los trabajadores más seniors, prolongar la vida laboral tendría, a su juicio, un efecto positivo en la prestación para jubilación; de cara a los jóvenes, señalan que es crítico promover un buen comienzo en la vida laboral que asegure una transición educación-trabajo y que limite el impacto de la pérdida de un trabajo, combatiendo el desempleo de larga duración.
Recomendaciones generales de la OCDE
En los países de la OCDE, la desigualdad ha ido en aumento: la desigualdad en la educación, la salud, el empleo y los ingresos comienzan a acumularse desde una edad temprana y el nivel educativo y los ingresos afectan directamente a la esperanza de vida, afirma el informe. De media en todos los países de la OCDE, un hombre de 25 años de edad con educación universitaria puede esperar vivir casi ocho años más que otra persona de mismas características con un nivel educativo más bajo; en el caso de la mujer, la diferencia es de 4.6 años. Así, las personas de bajos ingresos tienden a tener una esperanza de vida menor que las de altos ingresos, lo cual reduce aún más el total de su pensión.
Ante estos problemas, la OCDE recomienda que los países adopten un enfoque vitalicio centrado en los tres puntos siguientes.
- Prevenir la desigualdad. Antes de que se acumule con el tiempo y los efectos empeoren. Las medidas incluirían proporcionar atención infantil y educación temprana de buena calidad, ayudar a los jóvenes desfavorecidos a incorporarse a la vida laboral y aumentar el gasto en salud para focalizarlo en grupos bajo riesgo.
- Mitigar la desigualdad arraigada. Los servicios de salud tendrían que cambiar a un enfoque más centrado en el paciente y los servicios de empleo podrían impulsar iniciativas para ayudar a los desempleados a regresar al trabajo, así como eliminar barreras para retener y contratar trabajadores de la tercera edad.
- Hacer frente a la desigualdad en la vejez. Reformar los sistemas de ingresos por pensión no puede eliminar la desigualdad entre los ancianos, pero sí moderarla. Unas pensiones bien diseñadas pueden limitar el efecto de las diferencias socioeconómicas en la esperanza de vida sobre los beneficios de pensión. Algunos países tienen riesgos de suficiencia de las pensiones, en especial en el caso de las mujeres.
